Gorostiaga, en Chivilcoy; Pardo, en Las Flores; y Vagues, en San Antonio de Areco, forman un pequeño mapa de serenidad. Ninguno supera los 400 habitantes. En cada uno, la historia del ferrocarril late bajo el polvo de los caminos rurales.
Gorostiaga, historia y resistencia ferroviaria
A 145 kilómetros de la Capital, Gorostiaga conserva la estampa de un pueblo detenido en el tiempo. Fundado en 1910 sobre tierras de la familia Gorostiaga, creció junto a la expansión del Ferrocarril Oeste en la segunda mitad del siglo XIX. Su estación, emblemática, fue parte del ramal que unía Mercedes con Chivilcoy.
El ocaso llegó con el plan Larkin en los años 60 y la privatización de los 90. En 2025, un antiguo puente ferroviario del tramo Gorostiaga-Anderson colapsó sobre el río Salado, arrastrado por las lluvias y el abandono. Estaba inactivo desde 1994, aunque se usaba para pescar y como cruce de ciclistas.
Hoy, los visitantes recorren la Capilla, el Club Social, la Escuela y la vieja estación, convertida en emblema del lugar. En las redes, los vecinos la describen como un “lugar de sueños”, ideal para caminar y fotografiar.
Pardo, la calma que inspiró a Bioy Casares
A poco menos de 200 kilómetros de Buenos Aires, Pardo ofrece una postal rural perfecta. En estas tierras escribió Adolfo Bioy CasaresLa invención de Morel y las definió como “uno de los lugares más bellos del mundo”.
Con calles que llevan nombres de árboles y frutales, el pueblo combina historia y comunidad. El proyecto Pardo Auténtico, surgido en 2017, impulsa el turismo rural comunitario con talleres, festivales y hospedajes familiares.
Entre sus sitios emblemáticos se encuentran la Capilla Nuestra Señora del Socorro, el Museo Bioy Casares y el Club Unión Deportiva. También el histórico Hotel y Restaurante Casa Bioy, construido a fines del siglo XIX, donde aún se sirven dulces caseros y miel de colmenas locales.
Vagues, la huella del tren en San Antonio de Areco
A sólo 134 kilómetros de Buenos Aires, Vagues tiene menos de 90 habitantes y una identidad marcada por el ferrocarril. Su estación, inaugurada en 1894 por el Ferrocarril Central Argentino, fue clave en la conexión Rosario-Buenos Aires y consolidó el poblamiento de la zona.
Hoy, el edificio restaurado alberga el Centro de Interpretación Ferroviario, con objetos y testimonios de antiguos trabajadores. Los visitantes pueden alojarse en vagones reciclados o en hoteles de campo como La Posta de Vagues, donde la gastronomía regional acompaña el silencio del entorno.
Los caminos de tierra invitan a pedalear o caminar entre arboledas centenarias. Por la tarde, el sol cae sobre los rieles inactivos, como un reloj que se detuvo pero aún marca la hora exacta de la memoria bonaerense.
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